jueves, 30 de junio de 2011

EXPOSICIÓN DE BIOLOGÍA

LOS TEMAS TRATADOS FUERON: LLUVIA ÁCIDA, EFECTO INVERNADERO, TALA INDISCRIMINADA, PESCA Y CAZA, CAPA DE OZONO Y CONTAMINACIÓN DE AGUA, SUELO Y AIRE.

INTERDISCIPLINARIEDAD EN EL ÁREA

               PARA FOMENTAR EL VALOR DE LA RELACIÓN ENTRE LAS ASIGNATURAS LOS DOCENTES DEL ÁREA DE CIENCIAS NATURALES Y TECNOLOGÍA PUSIERON EN MARCHA UNA PROPUESTA DISCIPLINAR. ÉSTA REQUIERE DE UN TRABAJO EN CONJUNTO CON LOS ALUMNOS PARA LA REALIZACIÓN DE DIVERSAS TAREAS RELACIONADAS A LAS FECHAS CELEBRADAS POR LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS EN TORNO AL MEDIO AMBIENTE.
               LOS CHICOS DE 1° AÑO "B" C.B.C TRABAJARON CREANDO UN ROTAFOLIO CON IMÁGENES E INFORMACIÓN GENERAL SOBRE EL 5 DE JUNIO "DÍA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE".

martes, 28 de junio de 2011

PARA ANALIZAR ORACIONES

 El análisis integral de una oración consta de tres partes:
  - Análisis sintáctico: estudia la función de las palabras y las estructuras
    dentro de la oración en relación con las demás palabras.
  - Análisis morfológico: estudia los accidentes de las palabras (género,
    número, persona, tiempo, modo, etc.).
  - Análisis semántico: estudia la palabra según su contenido y significado
    (clasificación de sustantivo, adjetivo, adverbio, etc.).

Sujeto expreso
____________S.E.S_________P_______
Los últimos días de otoño son melancólicos.
m.d    md      n        mi       
Sujeto tácito
________P_________
Son melancólicos
( Se ha omitido el sujeto)

Definición
El predicado es lo que se está diciendo del sujeto. Generalmente es una construcción verbal, cuando el núcleo del mismo es un verbo que indica la acción que realiza el sujeto.


*El predicado es nominal e:j Ana es de Ubajay. Esta formado por un verbo copulativo (ser estar, parecer)
*o verbal ej:Mi amiga compro chocolates
Cuando el predicado tiene núcleo no verbal puede dividirse en:
w Predicado nominal: el núcleo del predicado es un sustantivo o un adjetivo.
w Predicado adverbial: el núcleo del predicado es un adverbio.
Indica cuál es el sintagma nominal (sujeto) en las siguientes oraciones

Ana compra pan Pedro abre la puerta Luisa estudia la lección
Los niños abren los juguetes Las habitaciones tienen humedad Tú tienes hambre Nosotros estudiamos en el instituto Los amigos cuentan secretos El corredor llegó cansado Juan y Pedro van al cine La luz del relámpago iluminó la habitación El hermano de mi amigo tiene muchos libros Los hijos pequeños de mis primas estudian Primaria Compramos chucherías a los niños Los peluqueros de mi pueblo fueron los ganadores El café con leche estaba muy bueno Ven la televisión por la noche El perro hambriento del pastor atacó a las ovejas Fui ayer a Madrid Contáis toda la verdad a vuestros amigos En el tercer piso está el despacho del director Este año han hecho muchas reformas
El lunes pondrá el secretario los anuncios en el tablón Los pendientes se los regaló mi prima Con pintura Ana ha manchado el vestido
El coche me lo compró mi cuñado Aquí hacen un pan riquísimo dos chicos muy jóvenes Sobre el suceso las investigaciones arrojaron mucha luz
A las ocho llegaron mis hermanos a casa A ese chico el agente retiró la multa


Indica q tipo de predicados son los sig:
Mi hermana está muy enferma Mi hermana se sintió enferma Mi hermana está en el jardín Féliz es una persona encantadora Juan trabaja siempre con entusiasmo María parece muy simpática Ese partido ganó las elecciones Ellas estarán seguras aquí dentro La respuesta está mal Esos animales parecían asustados Mi primo fue teniente El tenista consiguió la victoria Esos cuadros tienen marco Inés estuvo contenta ayer Mi amigo es carpintero Los resultados han estado muy ajustados Los aprobados son bastante altos Ese negocio es un engaño Todos los muebles estaban rotos Esa planta tiene flores rojas

TIPOS DE CARTAS


                                                                                                                                 México, D.F., 8 de mayo de 1998
Sr. Alejandro Encinas
Secretario del Medio Ambiente


De nuestra mayor consideración:
                                                    Los alumnos de sexto año de la escuela "Gabino Barreda", estamos interesados en conocer e investigar acerca de las medidas que su dependencia realiza para mejorar las condiciones actuales del ambiente. Por lo cual solicitamos a usted una visita y una conferencia en nuestra escuela como parte de la "Semana por el ambiente", que se llevará a cabo del 4 al 18 de junio. Nuestro evento no tiene fines publicitarios ni lucrativos, solamente deseamos difundir las causas del problema y plantear algunas soluciones.
                                               Agradecemos de antemano la atención que le brinde a nuestra solicitud.
                                                  Saludan atentamente
                                                                                                                                              Los alumnos de sexto grado
                                                                                                                                 de la escuela "Gabino Barreda".

                                                                                                                                      Madrid en 15 de Diciembre de 2006
Manuel  Gómez Pérez                                                                                       
Avda. Los Marcos 34 dcha.

Estimado Sr. Manuel Pérez:
                                            Quiero agradecerle nuevamente el que dispusiera parte de su tiempo para escuchar mis propuestas  actuales y ofrecerme sus consejos sobre la actualidad del mercado.
                                             Igualmente quiero agradecerle las informaciones que me proporcionó, que estoy seguro me serán de gran utilidad, y me ayudará enormemente en mi proyecto de inversión,  así como la posibilidad de contactar con el Director general de BolsaMadrid a quien llamaré la próxima semana para concertar una entrevista.
                                             Le mantendré informado sobre el resultado de mis inversiones.
                                             Un saludo cordial 
                                                                                                                                Manuel Rodríguez Santos
      
                                                           

                                                                                                                                                   Barcelona 2 de Junio de 2008
Banco del Sur                                               
Calle real Fidel nº 3
Sr. Manolo Ortiz
Director de Fondos de inversión

Estimado señor:
                          Por medio de la siguiente carta de reclamo, quisiera hacer constar mi insatisfacción con respecto al trato obtenido en su sucursal, por parte del operario Don Francisco García que amablemente nos atendió en un principio, hasta que la conversación tomó derroteros más calientes que finalizaron con una  agresión a mi señora esposa
                          No hemos realizado ninguna denuncia en la policía y preferimos que este lamentable suceso se arregle por la vía amistosa. Sin embargo le transmito mi más profundo malestar por lo sucedido y le aplazo una reunión con usted y con el señor Francisco presente para que arreglemos todo de una forma civilizada.
                         Sin otro cometido, se despide atentamente
                                                                                                                                                                         Rodrigo Díaz
Madrid a 12 de Octubre de 2005
Empresa Novedades S.A.
Sr. Director: Dn. Alfonso Gómes

Estimado señor Gómes:
                                       Me pongo en contacto con usted para aclarar y opinar sobre ciertos términos que anteriormente no han quedado muy claros en la última llamada telefónica. Según el catálogo que me enviaron, los nuevos productos tienen un peso promedio de 10 kilogramos la unidad, sin embargo, en los datos de envío, aparece como peso promedio una vez embalado, 15,90 kilogramos. Aparecen casi 6 kilogramos de más entre el producto y el ambalado, quisiera por tanto centrar mi consulta sobre esta diferencia.
                             Sin otro particular, se despide atentamente
                                                                                                                                                        Santiago Casos Gonzales

TEXTOS PARA TRABAJAR EN LENGUA


LEYENDA DEL CEIBO
Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños... Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad. 
Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien  al rato,  fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo  la muerte en la hoguera.
La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.
Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Tomada de la narración oral.

LA LEYENDA DEL GIRASOL
  El girasol es una planta muy particular. Tiene flores grandes y doradas que giran buscando quedar frente al sol. Cuenta una leyenda guaraní que la vida de esta planta comenzó en un lugar a orillas del río Paraná, donde vivían dos tribus vecinas. Los caciques de ambas tribus, Pirayú y Mandió, eran muy buenos amigos y sus pueblos intercambiaban pacíficamente artesanías y alimentos.
Un día, a Mandió se le ocurrió unir a las dos tribus.
Para ello pidió en matrimonio a la hija de Pirayú. Pero éste le dijo que eso era algo imposible. Y le contó enseguida que su hija no se casaría con ningún hombre porque había ofrecido su vida al “dios Sol”. como Mandió se enojó mucho, Pirayú trató de explicarle de la mejor manera posible que Carandaí, su hija, desde muy pequeña se pasaba las horas al Sol y vivía únicamente para él, y que por eso los días nublados la ponían triste.
-¡ Esto es peor que un desprecio! -gritó Mandió. Y sin dar tiempo a que Pirayú tratara de calmarlo, alejó prometiendo venganza.
Pirayú se quedó muy triste y preocupado, porque pensaba que su amigo castigaría a su pueblo. Y por desgracia, al cabo de varios días sucedió lo tan temido. Carandaí se desplazaba por el río, contemplando la caída del sol, cundo de pronto vio resplandores de fuego sobre su aldea. Llena de angustia remó con todas sus fuerzas hacia la orilla, pero al saltar a tierra, una trampa hecha con gruesas barras de madera cayó sobre ella y la inmovilizó.
- Ahora tendrás que pedirle a tu dios que te libere de mi venganza – dijo Mandió, riendo con expresión cruel.
- ¡ Oh, Cuarahjí, mi querido sol - susurró Carandaí -. ¡ No permitas que Mandió acabe conmigo y  con mi pueblo! ¡ No lo permitas!
Casi no había terminado de hablar, cuando Cuarahjí envió a la joven un remolino de potentes rayos, que la envolvieron haciéndola desaparecer de la vista de Mandió.
Y en el lugar donde había estado Carandaí brotó una planta esbelta, con una flor dorada que, siguió siempre, con su cara al cielo, los derroteros del  sol. 

La serpiente cósmica (Mito)

El pueblo Fon, cuenta como la serpiente cósmica, Aida-Hwedo, fue creada al principio de los tiempos por el Creador, un dios andrógino con dos caras: Mawu, la luna, (femenino), y Lisa, el sol, (masculino).
Aido-Hwedo contribuyó a la creación al llevar al creador en su boca mientras se formaba el mundo. Cuando terminó la obra, el Creador vio que era un peso excesivo para la tierra: demasiados árboles, demasiadas motañas, demasiados elefantes, demasiado de todo.
Entonces, le pidió a Aido-Hwedo que se enroscase y se colocase por debajo a la sobrecargada tierra como si fuese un cojín para poder transportarla. Como a Aido-Hwedo no le gustaba el calor, el Creador hizo el océano para que viviera allí.
Al sentir Aido-Hwedo una gran presión sobre sí, tiene que cambiar de postura para descansar, y lo que sucede en esos casos es que se desatan terremotos.
Aido-Hwedo se alimenta de barras de hierro que forjan unos monos rojos que viven bajo el mar. Cuando el hierro se agota, del hambre se come su propia cola. Luego, la tierra, con toda su carga se desequilibra y cae al mar.
Una segunda Aido -Hwedo, la serpiente del arco iris, vive en el cielo y envia a la tierra los rayos de los dioses.

 

La leyenda del arco iris

Cuentan que hace mucho tiempo los colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba que él era el más importante, el más útil, el favorito.
El verde dijo: “Sin duda, yo soy el más importante. Soy el signo de la vida y la esperanza. Me han escogido para la hierba, los árboles, las hojas. Sin mí todos los animales morirían. Mirad alrededor y veréis que estoy en la mayoría de las cosas”.
El azul interrumpió: “Tú sólo piensas en la tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua es la base de la Vida y son las nubes las que la absorben del mar azul. El cielo da espacio, y paz y serenidad. Sin mi paz no seríais más que aficionados.
El amarillo soltó una risita: “¡Vosotros sois tan serios! Yo traigo al mundo risas, alegría y calor. El sol es amarillo, la luna es amarilla, las estrellas son amarillas. Cada vez que miráis a un girasol, el mundo entero comienza a sonreír. Sin mí no habría alegría”.
A continuación tornó la palabra el naranja: “Yo soy el color de la salud y de la fuerza. Puedo ser poco frecuente pero soy precioso para las necesidades internas de la vida humana. Yo transporto las vitaminas más importantes. Pensad en las zanahorias, las calabazas, las naranjas, los mangos y papayas. No estoy, todo el tiempo dando vueltas, pero cuando coloreo el cielo en el amanecer o en el crepúsculo mi belleza es tan impresionante que nadie piensa en vosotros”.
El rojo no podía contenerse por más tiempo y saltó: “yo soy el color del valor y del peligro. Estoy dispuesto a luchar por una causa. Traigo fuego a la sangre. Sin mí la tierra estaría vacía como la luna. Soy el color de la pasión y del amor; de la rosa roja, la flor de pascua y la amapola”.
El púrpura enrojeció con toda su fuerza. Era muy alto y habló con gran pompa: “Soy el color de la realiza y del poder. Reyes, jefes de Estado, obispos, me han escogido siempre, porque el signo de la autoridad y de la sabiduría. La gente no me cuestiona; me escucha y me obedece”.
El añil habló mucho más tranquilamente que los otros, pero con igual determinación: “Pensad en mí. Soy el color del silencio. Raramente repararéis en mí, pero sin mí todos seríais superficiales. Represento el pensamiento y la reflexión, el crepúsculo y las aguas profundas. Me necesitáis para el equilibrio y el contraste, la oración y la paz interior.
Así fue cómo los colores estuvieron presumiendo, cada uno convencido de que él era el mejor. Su querella se hizo más y más ruidosa. De repente, apareció un resplandor de luz blanca y brillante. Había relámpagos que retumbaban con estrépito. La lluvia empezó a caer a cántaros, implacablemente. Los colores comenzaron a acurrucarse con miedo, acercándose unos a otros buscando protección.
La lluvia habló: “Estáis locos, colores, luchando contra vosotros mismos, intentando cada uno dominar al resto. ¿No sabéis que Dios os ha hecho a todos? Cada uno para un objetivo especial, único, diferente. Él os amó a todos. Juntad vuestras manos y venid conmigo”.
Dios quiere extenderos a través del mundo en un gran arco de color, como recuerdo de que os ama a todos, de que podéis vivir juntos en paz, como promesa de que está con vosotros, como señal de esperanza para el mañana”. Y así fue como Dios usó la lluvia para lavar el mundo. Y puso el arco iris en el cielo para que, cuando lo veáis, os acordéis de que tenéis que teneros en cuenta unos a otros.

La Nave Blanca
[Cuento. Texto completo]
H.P. Lovecraft
Soy Basil Elton, guardián del faro de Punta Norte, que mi padre y mi abuelo cuidaron antes que yo. Lejos de la costa, la torre gris del faro se alza sobre rocas hundidas y cubiertas de limo que emergen al bajar la marea y se vuelven invisibles cuando sube. Por delante de ese faro, pasan desde hace un siglo las naves majestuosas de los siete mares. En los tiempos de mi abuelo eran muchas; en los de mi padre, no tantas; hoy, son tan pocas que a veces me siento extrañamente solo, como si fuese el último hombre de nuestro planeta.
De lejanas costas venían aquellas embarcaciones de blanco velamen, de lejanas costas de Oriente, donde brillan cálidos soles y perduran dulces fragancias en extraños jardines y alegres templos. Los viejos capitanes del mar visitaban a menudo a mi abuelo y le hablaban de estas cosas, que él contaba a su vez a mi padre, y mi padre a mí, en las largas noches de otoño, cuando el viento del este aullaba misterioso. Luego, leí más cosas de estas, y de otras muchas, en libros que me regalaron los hombres cuando aún era niño y me entusiasmaba lo prodigioso.
Pero más prodigioso que el saber de los viejos y de los libros es el saber secreto del océano. Azul, verde, gris, blanco o negro; tranquilo, agitado o montañoso, ese océano nunca está en silencio. Toda mi vida lo he observado y escuchado, y lo conozco bien. Al principio, sólo me contaba sencillas historias de playas serenas y puertos minúsculos; pero con los años se volvió más amigo y habló de otras cosas; de cosas más extrañas, más lejanas en el espacio y en el tiempo. A veces, al atardecer, los grises vapores del horizonte se han abierto para concederme visiones fugaces de las rutas que hay más allá; otras, por la noche, las profundas aguas del mar se han vuelto claras y fosforescentes, y me han permitido vislumbrar las rutas que hay debajo. Y estas visiones eran tanto de las rutas que existieron o pudieron existir, como de las que existen aún; porque el océano es más antiguo que las montañas, y transporta los recuerdos y los sueños del Tiempo.
La Nave Blanca solía venir del sur, cuando había luna llena y se encontraba muy alta en el cielo. Venía del sur, y se deslizaba serena y silenciosa sobre el mar. Y ya estuvieran las aguas tranquilas o encrespadas, ya fuese el viento contrario o favorable, se deslizaba, serena y silenciosa, con su velamen distante y su larga, extraña fila de remos, de rítmico movimiento. Una noche divisé a un hombre en la cubierta, muy ataviado y con barba, que parecía hacerme señas para que embarcase con él, rumbo a costas desconocidas. Después, lo vi muchas veces más, bajo la luna llena, haciéndome siempre las mismas señas.
La luna brillaba en todo su esplendor la noche en que respondí a su llamada, y recorrí el puente que los rayos de la luna trazaban sobre las aguas, hasta la Nave Blanca. El hombre que me había llamado pronunció unas palabras de bienvenida en una lengua suave que yo parecía conocer, y las horas se llenaron con las dulces canciones de los remeros mientras nos alejábamos en silencioso rumbo al sur misterioso que aquella luna llena y tierna doraba con su esplendor.
Y cuando amaneció el día, sonrosado y luminoso, contemplé el verde litoral de unas tierras lejanas, hermosas, radiantes, desconocidas para mí. Desde el mar se elevaban orgullosas terrazas de verdor, salpicadas de árboles, entre los que asomaban, aquí y allá, los centelleantes tejados y las blancas columnatas de unos templos extraños. Cuando nos acercábamos a la costa exuberante, el hombre barbado habló de esa tierra, la tierra de Zar, donde moran los sueños y pensamientos bellos que visitan a los hombres una vez y luego son olvidados. Y cuando me volví una vez más a contemplar las terrazas, comprobé que era cierto lo que decía, pues entre las visiones que tenía ante mí había muchas cosas que yo había vislumbrado entre las brumas que se extienden más allá del horizonte y en las profundidades fosforescentes del océano. Había también formas y fantasías más espléndidas que ninguna de cuantas yo había conocido; visiones de jóvenes poetas que murieron en la indigencia, antes de que el mundo supiese lo que ellos habían visto y soñado. Pero no pusimos el pie en los prados inclinados de Zar, pues se dice que aquel que se atreva a hollarlos quizá no regrese jamás a su costa natal.
Cuando la Nave Blanca se alejaba en silencio de Zar y de sus terrazas pobladas de templos, avistamos en el lejano horizonte las agujas de una importante ciudad; y me dijo el hombre barbado:
-Aquélla es Talarión, la Ciudad de las Mil Maravillas, donde moran todos aquellos misterios que el hombre ha intentado inútilmente desentrañar.
Miré otra vez, desde más cerca, y vi que era la mayor ciudad de cuantas yo había conocido o soñado. Las agujas de sus templos se perdían en el cielo, de forma que nadie alcanzaba a ver sus extremos; y mucho más allá del horizonte se extendían las murallas grises y terribles, por encima de las cuales asomaban tan sólo algunos tejados misteriosos y siniestros, ornados con ricos frisos y atractivas esculturas. Sentí un deseo ferviente de entrar en esta ciudad fascinante y repelente a la vez, y supliqué al hombre barbado que me desembarcase en el muelle, junto a la enorme puerta esculpida de Akariel; pero se negó con afabilidad a satisfacer mi deseo, diciendo:
-Muchos son los que han entrado a Talarión, la ciudad de las Mil Maravillas; pero ninguno ha regresado. Por ella pululan tan sólo demonios y locas entidades que ya no son humanas, y sus calles están blancas con los huesos de los que han visto el espectro de Lathi, que reina sobre la ciudad.
Así, la Nave Blanca reemprendió su viaje, dejando atrás las murallas de Talarión; y durante muchos días siguió a un pájaro que volaba hacia el sur, cuyo brillante plumaje rivalizaba con el cielo del que había surgido.
Después llegamos a una costa plácida y riente, donde abundaban las flores de todos los matices y en la que, hasta donde alcanzaba la vista, encantadoras arboledas y radiantes cenadores se caldeaban bajo un sol meridional. De unos emparrados que no llegábamos a ver brotaban canciones y fragmentos de lírica armonía salpicados de risas ligeras, tan deliciosas, que exhorté a los remeros a que se esforzasen aún más, en mis ansias por llegar a aquel lugar. El hombre barbado no dijo nada, pero me miró largamente, mientras nos acercábamos a la orilla bordeada de lirios. De repente, sopló un viento por encima de los prados floridos y los bosques frondosos, y trajo una fragancia que me hizo temblar. Pero aumentó el viento, y la atmósfera se llenó de hedor a muerte, a corrupción, a ciudades asoladas por la peste y a cementerios exhumados. Y mientras nos alejábamos desesperadamente de aquella costa maldita, el hombre barbado habló al fin, y dijo:
-Ese es Xura, el País de los Placeres Inalcanzados.
Así, una vez más, la Nave Blanca siguió al pájaro del cielo por mares venturosos y cálidos, impelida por brisas fragantes y acariciadoras. Navegamos día tras día y noche tras noche; y cuando surgió la luna llena, dulce como aquella noche lejana en que abandonamos mi tierra natal, escuchamos las suaves canciones de los remeros. Y al fin anclamos, a la luz de la luna, en el puerto de Sona-Nyl, que está protegido por los promontorios gemelos de cristal que emergen del mar y se unen formando un arco esplendoroso. Era el País de la Fantasía, y bajamos a la costa verdeante por un puente dorado que tendieron los rayos de la luna.
En el país de Sona-Nyl no existen el tiempo ni el espacio, el sufrimiento ni la muerte; allí habité durante muchos evos. Verdes son las arboledas y los pastos, vivas y fragantes las flores, azules y musicales los arroyos, claras y frescas las fuentes, majestuosos e imponentes los templos y castillos y ciudades de Sona-Nyl. No hay fronteras en esas tierras, pues más allá de cada hermosa perspectiva se alza otra más bella. Por los campos, por las espléndidas ciudades, andan las gentes felices y a su antojo, todas ellas dotadas de una gracia sin merma y de una dicha inmaculada. Durante los evos en que habité en esa tierra, vagué feliz por jardines donde asoman singulares pagodas entre gratos macizos de arbustos, y donde los blancos paseos están bordeados de flores delicadas. Subí a lo alto de onduladas colinas, desde cuyas cimas pude admirar encantadores y bellos panoramas, con pueblos apiñados y cobijados en el regazo de valles verdeantes y ciudades de doradas y gigantescas cúpulas brillando en el horizonte infinitamente lejano. Y bajo la luz de la luna contemplé el mar centelleante, los promontorios de cristal, y el puerto apacible en el que permanecía anclada la Nave Blanca.
Una noche del memorable año de Tharp, vi recortada contra la luna llena la silueta del pájaro celestial que me llamaba, y sentí las primeras agitaciones de inquietud. Entonces hablé con el hombre barbado, y le hablé de mis nuevas ansias de partir hacia la remota Cathuria, que no ha visto hombre alguno, aunque todos la creen más allá de las columnas basálticas de Occidente. Es el País de la Esperanza: en ella resplandecen las ideas perfectas de cuanto conocemos; al menos así lo pregonan los hombres. Pero el hombre barbado me dijo:
-Cuídate de esos mares peligrosos, donde los hombres dicen que se encuentra Cathuria. En Sona-Nyl no existe el dolor ni la muerte; pero, ¿quién sabe qué hay más allá de las columnas basálticas de Occidente?
Al siguiente plenilunio, no obstante, embarqué en la Nave Blanca, y abandoné con el renuente hombre barbado el puerto feliz, rumbo a mares inexplorados.
Y el pájaro celestial nos precedió con su vuelo, y nos llevó hacia las columnas basálticas de Occidente; pero esta vez los remeros no cantaron dulces canciones bajo la luna llena. En mi imaginación, me representaba a menudo el desconocido país de Cathuria con espléndidas florestas y palacios, y me preguntaba qué nuevas delicias me aguardarían. "Cathuria", me decía, "es la morada de los dioses y el país de innumerables ciudades de oro. Sus bosques son de aloe y de sándalo, igual que los de Camorin; y entre sus árboles trinan alegres y entonan sus cantos amables los pájaros; en las verdes y floridas montañas de Cathuria se elevan templos de mármol rosa, ricos en bellezas pintadas y esculpidas, con frescas fuentes argentinas en sus patios, donde gorgotean con música encantadora las fragantes aguas del río Narg, nacido en una gruta. Las ciudades de Cathuria tienen un cerco de murallas doradas, y sus pavimentos son de oro también. En los jardines de estas ciudades hay extrañas orquídeas y lagos perfumados cuyos lechos son de coral y de ámbar. Por la noche, las calles y los jardines se iluminan con alegres linternas, confeccionadas con las conchas tricolores de las tortugas, y resuenan las suaves notas del cantor y el tañedor de laúd. Y las casas de las ciudades de Cathuria son todas palacios, construidos junto a un fragante canal que lleva las aguas del sagrado Narg. De mármol y de pórfido son las casas; y sus techumbres, de centelleante oro, reflejan los rayos del sol y realzan el esplendor de las ciudades que los dioses bienaventurados contemplan desde lejanos picos. Lo más maravilloso es el palacio del gran monarca Dorieb, de quien dicen algunos que es un semidiós y otros que es un dios. Alto es el palacio de Dorieb, y muchas son las torres de mármol que se alzan sobre las murallas. En sus grandes salones se reúnen multitudes, y es aquí donde cuelgan trofeos de todas las épocas. Su techumbre es de oro puro, y está sostenida por altos pilares de rubí y de azur donde hay esculpidas tales figuras de dioses y de héroes, que aquel que las mira a esas alturas cree estar contemplando el olimpo viviente. Y el suelo del palacio es de cristal, y bajo él manan, ingeniosamente iluminadas, las aguas del Narg, alegres y con peces de vivos colores desconocidos más allá de los confines de la encantadora Cathuria".
Así hablaba conmigo mismo de Cathuria, pero el hombre barbado me aconsejaba siempre que regresara a las costas bienaventuradas de Sona-Nyl; pues Sona-Nyl es conocida de los hombres, mientras que en Cathuria jamás ha entrado nadie.
Y cuando hizo treinta y un días que seguíamos al pájaro, avistamos las columnas basálticas de Occidente. Una niebla las envolvía, de forma que nadie podía escrutar más allá, ni ver sus cumbres, por lo cual dicen algunos que llegan a los cielos. Y el hombre barbado me suplicó nuevamente que volviese, aunque no lo escuché; porque, procedentes de las brumas más allá de las columnas de basalto, me pareció oír notas de cantones y tañedores de laúd, más dulces que las más dulces canciones de Sona-Nyl, y que cantaban mis propias alabanzas; las alabanzas de aquél que venía de la luna llena y moraba en el País de la Ilusión. Y la Nave Blanca siguió navegando hacia aquellos sones melodiosos, y se adentró en la bruma que reinaba entre las columnas basálticas de Occidente. Y cuando cesó la música y levantó la niebla, no vimos la tierra de Cathuria, sino un mar impetuoso, en medio del cual nuestra impotente embarcación se dirigía hacia alguna meta desconocida. Poco después nos llegó el tronar lejano de alguna cascada, y ante nuestros ojos apareció, en el horizonte, la titánica espuma de una catarata monstruosa, en la que los océanos del mundo se precipitaban hacia un abismo de nihilidad. Entonces, el hombre barbado me dijo con lágrimas en las mejillas:
-Hemos despreciado el hermoso país de Sona-Nyl, que jamás volveremos a contemplar. Los dioses son más grandes que los hombres, y han vencido.
Yo cerré los ojos ante la caída inminente, y dejé de ver al pájaro celestial que agitaba con burla sus alas azules sobrevolando el borde del torrente.
El choque nos precipitó en la negrura, y oí gritos de hombres y de seres que no eran hombres. Se levantaron los vientos impetuosos del Este, y el frío me traspasó, agachado sobre la losa húmeda que se había alzado bajo mis pies. Luego oí otro estallido, abrí los ojos y vi que estaba en la plataforma de la torre del faro, de donde había partido hacía tantos evos. Abajo, en la oscuridad, se distinguía la silueta borrosa y enorme de una nave destrozándose contra las rocas crueles; y al asomarme a la negrura descubrí que el faro se había apagado por primera vez desde que mi abuelo asumiera su cuidado.
Y cuando entré en la torre, en la última guardia de la noche, vi en la pared un calendario: aún estaba tal como yo lo había dejado, en el momento de partir. Por la mañana, bajé de la torre y busqué los restos del naufragio entre las rocas; pero sólo encontré un extraño pájaro muerto, cuyo plumaje era azul como el cielo, y un mástil destrozado, más blanco que el penacho de las olas y la nieve de los montes.
Después, el mar no ha vuelto a contarme sus secretos, y aunque la luna ha iluminado los cielos muchas veces desde entonces con todo su esplendor, la Nave Blanca del sur no ha vuelto jamás.
FIN
Ulises y las sirenas. de Herbert Draper (1909).

Probablemente el relato más conocido de las sirenas sea el de La Odisea de Homero. Después de pasar una larga temporada en el palacio de Circe, Ulises emprende definitivamente el camino a Ítaca. La diosa, antes de dejarle partir, le adelanta algunas de las aventuras que va a vivir en los días siguientes. La primera de ellas será el encuentro con las sirenas.

[...] Circe me tomó de la mano y me hizo sentar lejos de mis compañeros y, echándose a mi lado, me preguntó detalladamente. Yo le conté todo como correspondía y entonces me dijo la soberana Circe:
–Escucha ahora tú lo que voy a decirte y lo recordará después el dios mismo: Primero llegarás a las Sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, llenos de alegría porque ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz pasar de largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil -que sujeten a éste las amarras-, para que escuches complacido, la voz de las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o los ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas. [...]
Así dijo y, al pronto, llegó Eos, la de trono de oro.
Ella regresó a través de la isla, la divina entre las diosas, y yo partí hacia la nave y apremié a mis compañeros para que embarcaran y soltaran amarras. Así que embarcaron con presteza y se sentaron sobre los bancos y, sentados en fila, batían el canoso mar con los remos. Y Circe de lindas trenzas, la terrible diosa dotada de voz, envió por detrás de nuestra nave de azuloscura proa, muy cerca, un viento favorable, buen compañero, que hinchaba las velas. Después de disponer todos los aparejos, nos sentamos en la nave y la conducían el viento y el piloto.
Entonces dije a mis compañeros con corazón acongojado:
–Amigos, es preciso que todos –y no sólo uno o dos conozcáis las predicciones que me ha hecho Circe, la divina entre las diosas. Así que os las voy a decir para que, después de conocerlas, perezcamos o consigamos escapar evitando la muerte y el destino.
–Antes que nada me ordenó que evitáramos a las divinas Sirenas y su florido prado. Ordenó que sólo yo escuchara su voz; mas atadme con dolorosas ligaduras para que permanezca firme allí, junto al mástil; que sujeten a éste las amarras, y si os suplico o doy órdenes de que me desatéis, apretadme todavía con más cuerdas.
Así es como yo explicaba cada detalle a mis compañeros.
Entretanto la bien fabricada nave llegó velozmente a la isla de las dos Sirenas –pues la impulsaba próspero viento–. Pero enseguida cesó éste y se hizo una bonanza apacible, pues un dios había calmado el oleaje.
Levantáronse mis compañeros para plegar las velas y las pusieron sobre la cóncava nave y, sentándose al remo, blanqueaban el agua con los pulimentados remos.
Entonces yo partí en trocitos, con el agudo bronce, un gran pan de cera y lo apreté con mis pesadas manos. Enseguida se calentó la cera –pues la oprimían mi gran fuerza y el brillo del soberano Helios Hiperiónida– y la unté por orden en los oídos de todos mis compañeros. Éstos, a su vez, me ataron igual de manos que de pies, firme junto al mástil –sujetaron a éste las amarras– y, sentándose, batían el canoso mar con los remos.



.Ulises y las sirenas de John William Waterhouse (1891).

Conque, cuando la nave estaba a una distancia en que se oye a un hombre al gritar en nuestra veloz marcha, no se les ocultó a las Sirenas que se acercaba y entonaron su sonoro canto:
–Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la dulce voz de nuestras bocas, sino que ha regresado después de gozar con ella y saber más cosas. Pues sabemos todo cuanto los argivos y troyanos trajinaron en la vasta Troya por voluntad de los dioses. Sabemos cuanto sucede sobre la tierra fecunda.
Así decían lanzando su hermosa voz. Entonces mi corazón deseó escucharlas y ordené a mis compañeros que me soltaran haciéndoles señas con mis cejas, pero ellos se echaron hacia adelante y remaban, y luego se levantaron Perimedes y Euríloco y me ataron con más cuerdas, apretándome todavía más.
Cuando por fin las habían pasado de largo y ya no se oía más la voz de las Sirenas ni su canto, se quitaron la cera mis fieles compañeros, la que yo había untado en sus oídos, y a mí1 me soltaron de las amarras.

 ROMULO Y REMO

La leyenda que cuenta los orígenes de Roma es, a grandes rasgos, la siguiente: al caer en manos de los aqueos (griegos) la poderosa ciudad de Troya, sólo un príncipe troyano, Eneas, consiguió escapar del apocalipsis. Llevando a su padre en los hombros y a su pequeño hijo Ascanio de la mano, Eneas pudo embarcarse mientras las llamas devoraban la ciudad. Después de un largo viaje, que incluyo una escala en Cartago junto a la reina Dido, tocó tierra en la península itálica. Tras muchas peripecias, se estableció allí; su nieto fundó la ciudad de Alba, donde sus descendientes reinaron. La leyenda se acelera y descarta nombres hasta llegar a Numitor. Éste, rey de Alba, fue destronado por su hermano Amulio. Temeroso de que algún día amenazaran su trono, el primer acto de gobierno de Amulio fue ordenar que los dos gemelos que había dado a luz su sobrina, Rea Silvia (hija de Numitor), fueran ahogados en el Tíber. Por supuesto, la orden fue desobedecida, y los hermanos colocados en una cesta que flotó a la deriva hasta que el manso río la depositó suavemente en su orilla, donde los crió un pastor y los amamantó una loba. Los dos jovenzuelos se llamaban Rómulo y Remo, obviamente, y cuando crecieron fundaron, cerca del lugar donde habían sido salvados, una ciudad a la que llamaron, también obviamente, Roma. Rómulo eligió una de las siete colinas que dominaban el sitio y con un arado trazó un surco circular (sagrado según los ritos), el pomerium, a cuya vera, más tarde, se construiría la primer muralla.
Ni Rómulo ni Remo ni nadie, en verdad, pudo imaginarse que ese pequeño territorio alrededor del Palatino, limitado por el primitivo pomerium, algún día habría de transformarse en el imperio más grande que haya conocido la historia. Nada de aquel precario asentamiento podía prefigurar la derrota de Aníbal, la república y el Imperio, el asesinato de Cesar y el esplendor de Augusto, la serena cultura de Adriano y la tétrica fatalidad de Nerón.
Tal es la leyenda que los poetas romanos (como Virgilio) cantaron y los historiadores romanos (como Tácito y Tito Livio), con ligeras variantes, aceptaron blandamente, fijando la fundación en el año 753 a. de C., fecha que devino oficial. Los historiadores de los siglos XIX y buena parte del XX, en cambio, desestimaron la tradición y la historia de Roma universalmente aceptada sostuvo que los orígenes de la ciudad se remontaban a un conglomerado de aldeas dispersas alrededor de las siete colinas, unificadas más tarde por los reyes etruscos que hacia el 625 a. de C. desecaron los pantanos, pavimentaron por primera vez el Foro (centro de la vida cívica romana por siglos) y unificaron políticamente a los habitantes de las Siete colinas. La historia de los primeros reyes de Roma (Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio) se catalogó como puramente legendaria. Lo mismo ocurrió con la fecha fundacional (753 a. de C.). A los ojos de los historiadores, Roma había empezado a funcionar como una ciudad más de un siglo después. Pero la investigación muchas veces conspira a favor de la leyenda.
En 1987, el arqueólogo Andrea Carandini de la Universidad de Pisa, excavando intensivamente el monte Palatino encontró una configuración del suelo que se extendía en línea recta por varios metros: la formación del terreno que habitualmente señala la presencia de una muralla.
No una sino tres murallas superpuestas aparecieron; la datación de la más antigua dio una fecha muy próxima a la fundación legendaria: fines del siglo VIII a. de C. En noviembre de ese año, Carandini encontró algo todavía más jugoso: evidencias de la existencia de un surco de diez metros de ancho y tres de profundidad a lo largo del borde exterior de la muralla: el mismísimo pomerium.
Así, pues, la actual historiografía de Roma, a la luz de los nuevos hallazgos arqueológicos, recupera el peso de la tradición.
El mar:
El mar. El joven mar. El mar de Ulises
y el de aquel otro Ulises que la gente
del islam apodó famosamente
Es-Sindibad del Mar. El mar de grises
olas de Erico el Rojo, alto en su proa,
y el de aquel caballero que escribía
a la vez la epopeya y la elegía
de su patria, en la ciénaga de Goa.
El mar de Trafalgar. El que Inglaterra
cantó a lo largo de su larga historia,
el arduo mar que ensangrentó de gloria
en el diario ejercicio de la guerra.
El incesante mar que en la serena
mañana surca la infinita arena.


 Capítulo 1
de La Biblia (Antiguo Testamento)
1. Al principio Dios creó el cielo y la tierra.
2. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se aleteaba sobre las aguas.
3. Entonces Dios dijo: "Hágase la luz". Y la luz se hizo.
4. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas;
5. y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día.
6. Dios dijo: "Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas". Y así sucedió.
7. Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él;
8. y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día.
9. Dios dijo: "Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme". Y así sucedió.
10.                 Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno.
11.                 Entonces dijo: "Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro". Y así sucedió.
12.                 La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno.
13.                 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día.
14.                 Dios dijo: "Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años,
15.                 y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra". Y así sucedió.
16.                 Dios hizo los dos grandes astros –el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche– y también hizo las estrellas.
17.                 Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra,
18.                 para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno.
19.                 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día.
20.                 Dios dijo: "Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo".
21.                 Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno.
22.                 Entonces los bendijo, diciendo: "Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra".
23.                 Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día.
24.                 Dios dijo: "Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie". Y así sucedió.
25.                 Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era bueno.
26.                 Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo, el ganado, las fieras de la tierra, y todos los animales que se arrastran por el suelo".
27.                 Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
28.                 Y los bendijo, diciéndoles: "Sean fecundos, multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra".
29.                 Y continuó diciendo: "Yo les doy todas las plantas que producen semilla sobre la tierra, y todos los árboles que dan frutos con semilla: ellos les servirán de alimento.
30.                 Y a todas la fieras de la tierra, a todos los pájaros del cielo y a todos los vivientes que se arrastran por el suelo, les doy como alimento el pasto verde". Y así sucedió.
31.                 Dios miró todo lo que había hecho, y vio que era muy bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el sexto día.